HAZ DE PAZ

Nos despertamos cada mañana

y no tienen sábanas.

No tienen cama, ni agua,

sin medicamentos, sin alimentos.

Y tienen dolor, angustia.

Tienen heridas infectadas,

incertidumbres; tienen NADA.

La nada envuelta en misiles,

con armas dentro de drones,

en agresiones con balas.

¿Cuántos sí quieren y no pueden

encontrar, ante el horror, soluciones?

¿Cuántos no quieren y sí pueden 

continuar, con terror, sin solución?

Pongamos en los balcones las sábanas,

coloquemos blancos poemas

con la debilidad de su fuerza.

Sí, con la debilidad de su fuerza

contra todas las guerras.

¿Cuánto indagaremos para cuidar la paz

desde nuestras anónimas presencias

a pesar de nuestra terrible impotencia? 
 

Naturalezas amalgamadas

  A veces, todas las buenas intenciones, aunque existan con el mejor objetivo y todo el empeño en bien  lograrlas, convocan a un caos difícil de sobrellevar, descifrar y asumir.
 

Río amoroso

  He observado, desde las primeras pinceladas, cómo una hija se esforzaba en alcanzar la mejor manifestación de ese lugar amado por su propio padre. En esta acuarela, para ambos, será posible bañarse muchas veces en el mismo amor de este río.
 

Honestidades eternas

   Acompañada por Palas Atenea, quiero recalcar las palabras que Eumeo, el divino porquerizo, le dice a Odiseo: No aman los dioses felices los actos perversos, sino que honran la justicia y las acciones honestas de los hombres.
 

¿CANTO XXV?

  Una amiga, muy buena investigadora, ha regresado después de consultar una documentación que ha sido de acceso restringido desde la Alta Edad Media hasta ahora. Entre algunos legajos muy antiguos ha encontrado un texto con el título CANTO XXV y me ha donado su transcripción:

  Brilló la matutina Aurora de dedos rosáceos durante nueve días seguidos. Amanecía apacible en los ánimos de todos los habitantes de Ítaca. En algunos, con dolor por la pérdida de hijos insensatos y necios sin medida, y en otros con serenas y justas albricias.

  Se celebraron todos los días sacrificios, quemando muslos de grandes vacas en honor de Zeus Crónida, el amontonador de nubes, y en honor de todas las diosas y dioses del Olimpo, en agradecimiento por el regreso de Odiseo.

  Una de las noches, junto a Penélope, Odiseo dijo: siento que el lecho es más grande que todo el espacio conocido, y el tiempo parece haber perdido sus dimensiones. Tal vez hemos llegado a un momento donde se puede estar fuera de ambos: del tiempo y del espacio.

  Palas Atenea también se paseaba por las salas de altos techos, sosegada y tranquila en la mirada de sus ojos glaucos.

  Preguntaba Penélope a Odiseo: ¿No sientes, en algunos instantes, que no hemos estado separados estos largos veinte años y que fue ayer cuando aún no habías subido a la cóncava y negra nave para irte a Troya?

  Hay algo más fuerte -contestaba Odiseo- que inunda mi corazón, además de lo que tú dices, querida Penélope. Estos abrazos que nos unen cada noche en los cuerpos serán inmensos, se extenderán por todos los mares y todos los tiempos eternamente.

  Después de un largo silencio, Penélope dijo: en mis largos llantos me preguntaba si a ti también te habría asaeteado Eros en tu pecho con la misma hondura que a mí. Aquí he esperado y es posible que para averiguarlo en tu regreso. Ahora, sí puedo confirmar que a ambos nos llegó la misma flecha en el mismo momento. Y aunque he dudado tantas veces, aquella flecha nos ha llenado de fuerza y resistencia a ambos para llegar hasta aquí.

  La prudente Penélope y el magnánimo Odiseo se levantaban ambos sosegados de las largas conversaciones y dulces abrazos, después de haberlos añorado tanto.

  El noveno día, ante bien dispuestas y pulidas mesas, con muchos trozos escogidos de carne, con copas de oro llenas de vino, tomó la palabra el divino Odiseo: querido padre y querido hijo preparemos una nueva cóncava nave y vayamos juntos los tres a visitar a nuestros vecinos Néstor y Menelao. Les llevaremos presentes y regalos de agradecimiento.

  Telémaco rápido contestó con vigor para ir con su querido padre y su querido abuelo en la cóncava nave.

  Hemos visto -volvió a tomar la palabra Odiseo- que la divina Penélope entre las mujeres sabe defender bien nuestros intereses y además le asistirá el fiel Eumeo en todo.

  Se alegraba Eumeo, el divino porquerizo, de la confianza, y estas palabras se le escaparon del cerco de los dientes: "No aman los dioses felices los actos perversos, sino que honran la justicia y las acciones honestas de los hombres".

  Palas Atenea escuchó atenta todas las palabras. Ella, la de ojos glaucos, infundió coraje y audacia en el ánimo del viejo Laertes, el héroe, y salió volando como pájaro. 




 

Vívidas existencias

   En el agua del río hay presencias de bravas olas y fuertes proas, que luego en el mar reaparecerán. Al contemplarlas, observamos nuestras semejanzas y nuestra capacidad de superar los escollos.
 

Otro once de marzo

                          ( La fotografía es del día 8, 
                    el dolor es de todos también hoy,
      por tanto sufrimiento que se va acumulando.)
Este llanto tan mío
también es tuyo:
surgen de mí
tus lágrimas.

 
 

ALEACIONES

   Nos cuesta llegar a apreciar que las incertidumbres y las dudas pueden ser las sombras que embellecen nuestras decisiones.
 

AUNQUES

Aunque se nos olvide constantemente, en el esfuerzo de nuestros trabajos y los comportamientos, muy amargos de algunos, en algunos días, las hermosas estrellas siempre están con sus destellos en el cielo, aunque no las veamos de día.
 

Plenitud de la experiencia

  Detenerse a contemplar algo, que nos conmueve y captar los orígenes de su generosidad, puede llevarnos a apreciar su verdadera armonía y la belleza de los agradecimientos que conlleva.  
 

Tratos con la calma

  Qué bella era la página, limpia, sin huellas de letras ni de grietas. 

Con la misma incertidumbre de hoy, hace más de cincuenta años comencé a escribir una redacción; el tema era el mar. Y la terminé.

La mañana del día siguiente trae el recuerdo de la brisa, la temperatura cálida del aire, la luminosidad del cielo y la alegría que llevaba al colegio, porque de algún modo había comprendido que la redacción estaba bien hecha.

Aún vienen algunas oleadas de frases a mi memoria y se diluyen o se escapan en cuanto quiero atraparlas.

Cuando llegó mi turno, me puse de pie, la leí y el profesor preguntó: ¿De dónde la has copiado? Ante mi respuesta: de ninguna parte, la he hecho yo, él afirmó: tú te crees muy lista, pero yo, ya, voy a saberlo, y todos vamos a ver qué clase de persona eres tú.

Y él posiblemente usó otras palabras; yo lo recuerdo siempre con esas.

Al salir del colegio por la tarde, comenzaba a anochecer. Paré un momento en un escaparate  de zapatos con las luces tan luminosas, que me hubiera gustado llevarme algo de luz para el tramo que faltaba hasta llegar a la casa. Miraba atenta algún zapato que me gustaba, aquel que nunca me comprarían. De pronto, un muchacho se acercó. No lo vi. Me tocó el pubis en un movimiento rápido, y salió corriendo.

Al cruzar la plaza, antes de llegar a los soportales, sentí un dolor intenso en la pantorrilla. Unos muchachos se reían en fuertes carcajadas, tan fuertes que retumbaban en las paredes. Alguno de ellos había acertado con la piedra de su tirachinas en mi pierna. El dolor tan intenso casi no permitía ni respirar. Seguí andando sin detenerme.

Para llegar a la casa, muy apartada de la población, aún faltaban dos o tres kilómetros. De día no eran tan inquietantes en su recorrido. Por la noche las luces eran muy pocas, muy tenues. Algunas bombillas flojas amenazaban con apagarse en sus parpadeos. La subida, ese día, era más empinada y los recodos más oscuros. Andaba con determinación, ignoraba el dolor de la pierna y repetía de un modo constante: no tengo miedo, no tengo miedo, no tengo miedo...


 

Perspectiva también posible: un relato

Todos sabemos y hemos leído o hemos escuchado alguna vez que, en los tiempos heroicos, existió un pueblo de amazonas. Algunas personas dudan de su existencia, pero en la mente de todos aparecen nítidas en cuanto las nombramos.
Yo tuve la gran fortuna de conocer a una de sus descendientes. En un lugar secreto, del que vosotros no me obligaréis a hablar porque sois personas de ley, llegué a vivir una experiencia muy interesante. Fui invitada con la condición de no revelar jamás los detalles identificativos.
En la parte más alta de una gran casa, lo que se puede denominar un desván, pero amplio, de techos muy altos, luminoso, muy limpio, con bellísimos y cómodos muebles, nos encontramos con Diotimara. Ese era su nombre, o su sobrenombre, mejor dicho. Así se transmite de generación en generación desde los tiempos heroicos de modo secreto. Comenzó por explicarnos con un pormenorizado lujo de detalles cómo en el pueblo de las amazonas existía una democracia perfecta. Perfecta, ¿por qué? Porque cada mujer podía dedicarse a su verdadera inclinación, y cada mujer respetaba y daba el mismo exacto valor a cada una de ellas, porque sabían que tan importante era hacer unos buenos zapatos como hacer una buena espada. Sin unos buenos zapatos... O tan importante eran quienes sembraban y recolectaban, o cocinaban unos buenos alimentos como quienes forjaban magníficos y bellísimos escudos. Su verdadera fortaleza estaba en aquel profundo respeto.
Llegaron tiempos de guerra que mataron a muchas de ellas. Aquiles, por ejemplo, a Pentesilea. Llegaron tiranos que las sometieron y las obligaron a realizar trabajos contrarios a sus verdaderas inclinaciones.
Pero desde aquellos tiempos tan remotos existe en el mundo, siempre, una Diotimara que transmite el testigo y la fuerza amazónica de ese sistema democrático de gobierno, que resulta tan difícil de llegar a realizar, plenamente, en conjunto con los hombres.
En cuanto es posible acercarse, aunque sea de un modo mínimo a ese sistema de gobierno, las mujeres viven experiencias de mayor respeto y mayores posibilidades de colaborar en el proceso de crecimiento de la humanidad entera.
Aquel día fuimos testigos todas las mujeres invitadas.
En una ceremonia muy respetuosa, con agradecimientos sobrios, serios y auténticos, la mujer, muy mayor, perdía el nombre de Diotimara. Se lo otorgaba a otra menos mayor, pero de edad suficiente para entender todos los matices de su responsabilidad. Ella, durante los próximos años, los que ella misma considerase según su inclinación, de esa manera sutil y necesaria, que hace que las democracias se intenten instaurar en los distintos países... ella sería la guardiana secreta y sembradora constante de esa posibilidad en el mundo.
Cuando terminó todo, y nos despedíamos unas mujeres de otras, veíamos, en cada una de las demás, una luminosidad diferente y un saber que nos permite trabajar de modo silencioso.
A lo largo de la vida, nos reconocemos sin decirnos nada y reconocemos a las mujeres, que de modo secreto, pertenecen a esta estirpe. 

 

Buenas voluntades

   Tantas experiencias donde la buena voluntad es la verdadera protagonista en nuestros encuentros, queda impresa en cada cual e impregnará a otros en algunos instantes, inexorablemente. 
 

Colaboraciones poéticas

(Fotografía realizada por Esther Álvarez, sin cuya colaboración no hubiera sido posible esta performance) El día 20 de enero, en el III Foro Internacional de Pensamiento y Cultura de Baza, se ofreció el espacio para esta performance titulada: "Al abrigo de la Paz", junto a organizadores, poetas, pintores, músicos, cantantes, escritores, actores, estudiosos de otras disciplinas muy interesantes...

Manifestación incesante

  La Paz tiene sus manifestaciones claras; en nosotros surgen versos, arengas, proclamas, reflexiones, poemas, palabras... Y la naturaleza también nos estremece con sus insistentes expresiones blancas.