Es interesante observar la necesidad imperiosa que emerge, a veces, de intervenir en los espacios ajenos.
Parece que también necesitamos una trabajada dosis de calma y atención para interactuar bien con lo bueno de la vida, cuando se ofrece.
En el acontecer de la vida, el dolor viene con la verificación de lo que no puede ser. De nosotros depende en convertirlo en sufrimiento o no.
No es nada fácil construir la idea del cielo en la tierra. Ese respeto profundo al impulso generoso de intentarlo llega a donde menos sospechamos.
