Contemplamos con cierta extrañeza a los árboles porque no llegamos a comprender nuestra semejanza con ellos.
Observamos a los que dan sombra, a los que están aislados en medio de un páramo, a los recubiertos de frutos, a los entrelazados en el centro del bosque.
Nuestras sombras y nuestros frutos también se quedan en este mundo.
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