Tal vez sea necesario reinventar, en más de una ocasión,
la significación profunda de aquello de lo que estamos totalmente convencidos.
Nos hacemos preguntas cuyas respuestas nunca vamos a encontrar.
A veces apreciamos brotes de posibles respuestas; esto nos permite
no abandonar nunca las búsquedas.
A veces nos encontramos con discursos que son como lupas, nos acercan a algunos aspectos de lo real, más allá de su intención.
Mi necesitado homenaje a Anabel Ochoa con esta imagen tomada cerca de Cariño, en Galicia.
No podemos terminar de creer que parece imposible volver a encontrarte en el camino de la vida. Tu presencia, siempre entrañable, convertía el recorrido junto a ti en un momento realmente bueno, siempre nos transmitías la necesidad de adornar bien el mundo.
No podemos imaginar cuál será la última imagen que veremos antes de irnos para siempre.
Ni podemos imaginar todo lo magnífico que nos queda por comprender y ver antes de ese momento.
La tarea maternal requiere un esfuerzo enorme y una delicadeza extrema para hacer bien el trabajo. Este quehacer está cargado de buena voluntad y son inevitables los grandes errores en algunas circunstancias, por mayor empeño que pongamos en evitarlo, y por más que deseemos que los errores no se den.
Vivimos la prolongada búsqueda de uno mismo, de su esencia ideal. En todos existe un potencial de ser algo excelente. Intuimos, a veces con mayor nitidez y otras con mayor brevedad, que si se dieran las condiciones óptimas a nuestro alrededor en todo momento, el resultado sería magnífico. Como somos capaces de apreciar que no se han dado, nuestra actuación está abocada a corregir todo lo que podemos, en la medida de nuestras posibilidades.
No dejamos de trabajar con un cincel agudo y un martillo incansable en el ámbito individual y en el aspecto social.
